Sin memoria, se desvanece el presente, que simultáneamente es ya pasado muerto. Se pierde la vida anterior... y la interior, claro está, porque sin referencias del pasado, mueren los afectos y los lazos sentimentales, y la noción del tiempo, que relaciona las imágenes del pasado y que les da la luz, y el tono que las data y las vuelve significativas: eso también.
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[...] el constante y desinteresado desinterés del hombre deshabitado de personas y lugares, de tiempo y sentimientos.
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[...] la desmemoria no sólo lo aisló de la realidad objetiva, sino que, además, lo privó, podríamos decir, de sentimientos. Perdió los estímulos de aproximación, porque, sin la conciencia de la identidad que no sitúa en un framework de experiencias y valores, nadie puede ser sensible al valor humano del prójimo. Sólo se pueden reconocer sus virtudes y sus males como significantes sentimentales en contrapunto con la conciencia de nuestra identidad, es decir, con la tradición de comunicación que ejercemos con la sociedad y con nuestra memoria cultural.
José Cardoso Pires, De Profundis
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